Todos tenemos días malos en los que lo vemos todo negro. No sé si os ha pasado, pero yo a veces tengo la sensación de estar en una maldita montaña rusa. Sobre todo desde hace unos años, que la vida se me empezó a hacer un poco más cuesta arriba. Unos días me como el mundo y me siento super poderosa y otras siento que no soy suficiente. Así, como lo oís. Sé que no es real, pero a veces el miedo me domina y me trae estos pensamientos a la cabeza.
Aunque normalmente no suelo comentarlo, porque trato de superar yo solita mis propios días malos. Cuando alguna vez he comentado esto con amigos o conocidos, me miran sorprendidos. Me ven guapa, luchadora, fuerte, segura de mí misma y capaz de cualquier cosa. Y no logran entender que yo a veces me sienta tan in-capaz. Sin embargo, nos pasa a muchas, a casi todas diría yo, aunque sea algo que no nos guste airear por ahí. Hay veces que nos sumimos en esa negatividad, y solo si tenemos las herramientas para salir de ahí y comprender lo que sucede, lograremos no dejarnos arrastrar.
Igual estáis pensando: “Esta que es coach me está vendiendo la moto de que se puede ser feliz y ella mira cómo está.” Pero, amigas, es que la felicidad no significa estar todos los días en plan Buda. La felicidad significa tener una coherencia en la vida entre lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos. Significa conocernos a nosotras mismas, cuidarnos, respetarnos y actuar acorde a unos valores que nazcan única y exclusivamente de nosotras mismas. Eso es la felicidad. Y tendremos días malos. En los que nos abrumemos, nos desanimemos y lo veamos todo negro. Pero yo ahora, cuando tengo un día malo, no me castigo. Esa es la diferencia. Ahora me atiendo y me cuido, y salgo de ese estado poco a poco con cariño y compasión.
Y esa es la diferencia entre alguien que se ha trabajado interiormente y alguien que no lo ha hecho. Que los que nos hemos trabajado entendemos por qué entramos en ese estado, cuestionamos nuestras propias películas y tenemos las herramientas para salir de ellas y no hundirnos, ni quedarnos atrapadas. Entendemos que es simplemente un día malo de muchos, de una vida que estamos eligiendo vivir acorde a nuestros valores y necesidades.
Desde hace mucho tiempo soy yo la única que lleva el timón de mi vida. Y, amigas, eso es libertad y felicidad para mí. Pero claro que tengo días malos y los seguiré teniendo. Y si alguien os vende la moto de que no tiene días malos, dudaría mucho de su palabra.
La vida es dura a veces. Yo soy una madre separada, sin apoyos en la ciudad en la que vivo, que trata de sacar un negocio adelante. Tengo días duros y complejos, pues claro. La vida no es simple. Pero tengo la satisfacción de estar viviendo la vida que quiero vivir. Y tener la oportunidad de ayudar a mujeres como vosotras para mí es felicidad y compensa cada día malo o difícil que pueda tener. Y, si no me creéis o pensáis que soy yo la que os está vendiendo una moto, ya me iréis conociendo. Yo no vendo motos.